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La zamba de las mujeres.-

  • Foto del escritor: Myr Coh
    Myr Coh
  • 17 abr 2024
  • 2 Min. de lectura

La

Si bien desde hace siglos transitamos por un camino colectivo que avanza en forma lineal, como si la vida fuese progresar y progresar para llegar a lugares predeterminados y a menudo inalcanzables, las mujeres hemos tenido siempre nuestro propio ritmo cíclico, con cambios que son la clave de nuestra salud y renovación constante.

Perder sangre mes a mes, durante casi cuarenta años, que de pronto no baje la sangre y comience a gestarse un ser adentro de nuestro cuerpo, o que sí baje la sangre y se desprenda la vida de ese ciclo para volver a comenzar, otra vez igual, pero diferente, que todo el proceso suceda solo, sin relación con nuestra voluntad y que tenga el mismo ritmo que la luna, veintiocho días, es uno de los misterios más misteriosos.

Acercándonos a los cincuenta años, desde la mirada de la medicina taoísta, el cuerpo energético y físico sabiamente corta este ciclo como forma de preservar la fuerza de vida. Lo que antes se destinaba a la procreación o se perdía a través de la sangre ahora se transformará e irá a cultivar el espíritu. Comienza la etapa más esencial en la vida de una mujer, el momento en está el potencial de destilar nuestro sentido más profundo de vida.

El cierre del ciclo menstrual y el comienzo de lo que la medicina taoísta llama “segunda primavera” será una transición que puede llevar diez años o más, y va desde el climaterio, hasta la menopausia, fecha de la última menstruación y post menopausia.

En esta transición, se va cerrando el ciclo de la vida tal y como la conocimos desde la menarca, por eso solemos andar a tientas, sin saber muy bien cómo sigue la vida, cómo darnos nuevamente a luz en un período que no está ni ritualizado ni valorado en la vida de las mujeres.

Se ha esperado de nosotras que vivamos siguiendo un ritmo que nos es ajeno y, por lo tanto, nos termina lesionando.

En mis últimos veinticinco años he seguido la mirada milenaria del I Ching sobre los ciclos de la mujer y la forma de acompañarlos para ir descubriendo el propio camino, y en ese sentido, ser fiel a mí misma.

Ser fiel a mí misma es, desde esta mirada, respetar mi propio pulso vital. Como en la música, si toco una zamba debo seguir su pulso para que siga siendo una zamba. Es verdad que en la música se puede improvisar diferentes ritmos, como por ejemplo en el jazz, pero siempre las variaciones rítmicas son sobre un pulso base que todos los músicos conocen y respetan para que haya armonía.

Cuando las mujeres podemos acompañar y respetar nuestro pulso cíclico, nos renovamos en forma continua. Para estar en contacto con ese espacio interno suele ser importante contar con momentos propios, estar a solas con nosotras mismas para recién después interactuar desde la fortaleza y no desde el agotamiento.

Esto que parece tan simple ha sido un trabajo titánico para las mujeres, durante siglos.

Bailar la zamba a nuestro propio ritmo, un lugar adonde ir.-

 
 
 

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