EL LENGUAJE SAGRADO DE LAS MUJERES.
- Myr Coh
- 29 may 2024
- 3 Min. de lectura
En las culturas ancestrales, la tierra y la fertilidad estuvieron siempre asociadas a lo femenino. Las diosas de los pueblos milenarios han sido las regentes del movimiento del universo. Las mujeres, la conexión entre lo visible y lo invisible, la expresión más acabada de la naturaleza.
Durante los años en que fui abogada del Centro de prevención de la Violencia familiar en Facultad de Medicina, UBA, allá por los años 90, no nos gustaba para nada relacionar a la mujer con la naturaleza o la tierra, ya que esto significaba ponernos en un lugar de menor jerarquía frente a la razón, el intelecto, la cultura, el liderazgo, es decir, los varones. Desde que las diosas dejaron de ser femeninas - con la llegada del patriarcado y el monoteísmo, donde Dios es masculino- la naturaleza ha estado siempre por debajo de la razón. Según el I Ching, naturaleza y razón son yin y yang y solo cuando sus fuerzas se unen armónicamente podemos expresar el poder vital sin lesionar a nadie.
MI vínculo con el libro de las mutaciones se fue construyendo en forma práctica, un poco a través del tai chi, .cuyos movimientos suaves y circulares me fueron impregnando del ritmo del Cielo y de la Tierra y otro poco a través de las consultas que le fui haciendo, en momentos en que necesitaba una guía. De a poco, fui entrando en un modo sorprendente de percibir la realidad.
El I Ching no es un libro de comprensión intelectual, sino una forma de observar la vida. Nos muestra cómo acompañar el flujo vital de la naturaleza, preguntarse, observar, saber seguir, seguir sin saber y lo hace a través de prácticas internas.
El libro de los cambios muestra que todo sucede en forma espiralada y cíclica. Termina diciendo que a cada fin sigue siempre un nuevo comienzo, ese es el curso del cielo. El pulso se repite una y otra vez, igual pero diferente, siempre una vuelta más.
Las mujeres, al vivir un ritmo cíclico mensual durante casi 40 años, tenemos ese conocimiento de la renovación constante a flor de piel, el potencial de crear mundos donde la razón humana no se separa del planeta, la naturaleza, las hormonas, el cuerpo, la comunidad, las plantas, los animales, el amor universal.
No somos lineales, ni productivas al modo patriarcal. Somos cíclicas como las estaciones del año, como la luna y las mareas. Tenemos la posibilidad de dejar venir la vida y de dejarla ir en un proceso que tiene más que ver con acompañar ese pulso vital que con direccionar y controlar a fuerza de voluntad. Podemos ser intuitivas, cambiantes, emocionales, sangrar sobre la tierra misma, ejercer el poder vital sin lastimar a nadie.
Nuestra historia no habla de dominar, de someter ni de controlar a otros seres humanos ni a la naturaleza. Más bien hemos sido expertas observadoras y conocedoras de los ritmos del universo, del misterio, el valor de la solidaridad como forma de supervivencia.
El propósito del I Ching y su medicina es cultivar esa sabiduría cíclica para cuidar nuestra fuerza vital y así, llevar una vida fuerte.
Desde la mirada taoísta, las mujeres somos yin por fuera, -más pequeñas corporalmente- receptivas y nutrientes de todo lo vivo como la tierra y yang por dentro, fuertes, creadoras y activas, como el Cielo y el espíritu.
Esta medicina milenaria, esencialmente práctica, nos da herramientas muy simples para convertirnos en las artesanas de la propia salud. Dejar de estar en manos exclusivas del sistema médico para saber cómo fluctuar entre el proceso natural de equilibrio y desequilibrio fortaleciendo el centro, la raiz y la propia sabiduría ancestral. De este modo es posible acudir a los médicos alopáticos si hace falta pero sin entregarles todo el poder sobre nuestra salud.
La modalidad cíclica y espiralada es no sólo nuestro aporte y talento sino una forma de vida que cuida a todo lo que existe. Es nuestro poder. Y es la esperanza.
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